Venecia siglo XVIII

Venecia en el siglo XVIII: el primer “casino público” de Europa y cómo el Estado controló el juego

Cuando la gente imagina el juego en la Venecia histórica, suele pensar en aristócratas enmascarados apostando fortunas en mesas verdes durante el Carnaval. Esa imagen no está lejos de la realidad, pero el matiz clave es otro: Venecia no se limitó a “permitir” el juego. En la práctica, la República intentó gestionarlo, canalizarlo hacia espacios controlados y beneficiarse de ello. El ejemplo más conocido fue el Ridotto, reconocido ampliamente como la primera casa de juego pública autorizada por el Estado en Europa, que funcionó durante más de un siglo e influyó en la idea misma de lo que podía ser un casino organizado.

Por qué la República legalizó el juego en lugar de prohibirlo

En la primera época moderna, el juego ya estaba profundamente integrado en la vida social veneciana. Los intentos de reprimirlo por completo tuvieron un éxito limitado, sobre todo durante la temporada de Carnaval, cuando la ciudad se llenaba de visitantes y las normas sociales se relajaban. El gobierno veneciano se enfrentaba a un problema conocido: el juego no desaparece cuando se prohíbe, simplemente se desplaza a salones privados y espacios informales donde la violencia, las trampas y los conflictos por deudas resultan mucho más difíciles de controlar.

Por eso, la República adoptó una línea pragmática que podría resumirse como “control en lugar de prohibición”. En 1638, el Estado apoyó la creación del Ridotto en el Palazzo Dandolo, cerca de San Moisè, trasladando el juego de alto nivel a un entorno supervisado. No se trataba de un gesto altruista. Fue una decisión calculada: la vigilancia era más sencilla, se podía reducir el desorden social y la ciudad podía obtener ingresos de un comportamiento que, en la práctica, era imposible erradicar por completo.

En el siglo XVIII, ese enfoque ya formaba parte de la lógica política de Venecia. La República se construía sobre la regulación —del comercio, de la moral pública, de las celebraciones— y el juego se trató del mismo modo. El Ridotto se convirtió en una prueba de que un “vicio” podía transformarse en un sistema gobernado, en lugar de seguir siendo un foco constante de problemas a pie de calle.

Incentivos económicos: hacer que el juego beneficiara a la ciudad

El Ridotto nunca fue solo entretenimiento. También era una cuestión de dinero. Venecia era una potencia comercial que comprendía cómo convertir los hábitos humanos en ventaja fiscal. Al establecer una casa de juego legal y organizada, la República podía mantener los beneficios dentro de una estructura controlable, en lugar de permitir que operadores privados dominaran el flujo de dinero.

Además, un lugar regulado facilitaba a las autoridades seguir patrones de gasto y endeudamiento. Las deudas de juego podían arruinar a familias nobles, y esas familias tenían peso político. Un espacio reconocido por el Estado no evitaba las pérdidas, pero sí reducía el caos que las rodeaba y hacía más predecible la aplicación de las normas.

En otras palabras, el Ridotto ofreció a Venecia una versión temprana de un debate moderno: si gravar y regular un comportamiento de riesgo resulta más eficaz que perseguirlo hasta que se esconda. Esa lógica política —equilibrar ingresos, orden público y reputación— explica por qué Venecia apostó por el control en lugar de las prohibiciones constantes.

El Ridotto: normas, ambiente y el carácter “público” del casino

El Ridotto se describe a menudo como una sala de juego glamourosa, pero también era un entorno controlado, marcado por exigencias estrictas de acceso. Era un espacio público en el sentido de que era legal y estaba abierto a los visitantes que podían pagar, pero seguía reflejando la obsesión veneciana por el orden, la jerarquía y las apariencias. No era una sala informal: era un lugar donde el comportamiento se enmarcaba por la política y el ritual.

Uno de sus rasgos más conocidos era la obligación de llevar máscara y vestimenta formal. El uso de máscaras, tan vinculado a la vida social veneciana, cumplía varias funciones al mismo tiempo. Permitía el anonimato, reducía los conflictos abiertos y facilitaba la interacción entre clases sin romper del todo las reglas de etiqueta. El código de vestimenta reforzaba la idea de que el Ridotto debía parecer respetable, incluso mientras se apostaban sumas elevadas.

El Ridotto también imponía una organización clara del espacio y de los juegos, con zonas definidas y un ambiente controlado que contrastaba con los salones de juego no regulados. Eso era importante porque el orden formaba parte de la imagen de Venecia. La ciudad vendía una idea: refinada, espectacular y lo bastante segura como para que las élites extranjeras la visitaran, gastaran dinero y regresaran a casa con historias.

Juegos, comportamiento y la lógica de la regulación

Aunque la cultura del juego era vibrante, la organización del Ridotto dejaba claro que el Estado estaba presente incluso en el ocio. Las autoridades venecianas tenían una larga tradición de regular los espacios públicos: mercados, teatros, festividades e incluso la ropa. El juego encajaba de forma natural en esa mentalidad administrativa.

La regulación también reducía uno de los principales riesgos: el desorden entre multitudes. Los lugares de juego no regulados podían convertirse en escenarios de peleas, intimidación y disputas por trampas. Un lugar autorizado, ligado a una ubicación concreta y respaldado por permiso legal, permitía intervenir antes de que los problemas se extendieran a las calles.

Con el tiempo, sin embargo, la influencia del Ridotto se vio desafiada por la proliferación de pequeños “casini” privados y ridotti informales en la ciudad. Aunque el recinto principal seguía siendo simbólico, Venecia afrontó una preocupación creciente por la ruina financiera y el pánico moral. Estas tensiones contribuyeron a la clausura del Ridotto en 1774, por decisión del Gran Consejo.

Venecia siglo XVIII

Clases sociales en la mesa: mezcla, límites y control

El Ridotto fue inusual porque creó un espacio donde distintos grupos sociales podían coincidir muy cerca unos de otros. Venecia era una ciudad rígidamente estratificada, pero también dependía de los extranjeros —comerciantes, diplomáticos, viajeros adinerados— para mantener su economía. El juego ofrecía uno de los pocos entornos donde los nobles locales y los visitantes con dinero podían interactuar sin las mismas restricciones que imponía la política formal.

Sin embargo, “mezcla” no significaba igualdad. El ambiente, los costes y las exigencias del Ridotto favorecían a los nobles y a los clientes ricos, mientras que los venecianos con menos recursos difícilmente podían sostener el juego de altas apuestas. En la práctica, el lugar reforzaba la jerarquía incluso cuando parecía abierto. Quien tenía dinero podía mantenerse en la mesa; quien no, quedaba fuera por pura realidad, aunque no hubiera una prohibición explícita.

Aun así, el efecto simbólico importaba. La máscara hacía que el estatus fuera menos evidente en un primer momento, lo que resultaba emocionante y, a la vez, políticamente arriesgado. Las autoridades lo toleraban porque ayudaba a que el Carnaval funcionara como una válvula de escape controlada, un periodo en el que las tensiones sociales se desviaban hacia el ritual en lugar de hacia el conflicto.

Impuestos, política y “control en lugar de prohibición” como estrategia del Estado

En el siglo XVIII, el enfoque veneciano hacia el juego ya formaba parte de su estrategia de gobierno. La República no fingía que el juego fuera inofensivo. De hecho, eran frecuentes los debates sobre decadencia moral y ruina económica, y algunos políticos sostenían que el Ridotto se había convertido en una fuente de escándalo más que en una herramienta de estabilidad.

En 1774, el reformista Giorgio Pisani propuso cerrar el Ridotto, y la moción se aprobó con claridad, poniendo fin a un lugar que había funcionado desde 1638. La justificación se vinculó directamente con la disciplina pública y el miedo a que los ciudadanos quedaran arruinados. Esa decisión demuestra algo importante: la regulación siempre fue condicional. Venecia toleró el juego mientras servía al orden y a los ingresos, pero retiró el apoyo cuando empezó a percibirse como una amenaza para la estabilidad social.

Aun así, el legado del Ridotto permaneció. Fue uno de los primeros ejemplos en Europa de un Estado gestionando el juego mediante licencias, normas, acceso controlado y beneficio fiscal. Los debates actuales sobre regulación frente a prohibición reflejan la misma lógica que Venecia puso a prueba hace siglos, con la misma tensión entre el interés público, las pérdidas privadas y la legitimidad política.